Universidad Central del Ecuador
|
Cuerpo y simulacro
|
Resumen
|
Gledys Riera Macias
26/04/2012
|
Cuerpo y
simulacro
El orden de
los simulacros
Para
Deleuze la distinción se desplaza entre dos clases de imágenes. Las copias son
poseedoras de segunda, pretendientes bien fundados, avalados por la semejanza;
los simulacros son como los falsos pretendientes, construidos sobre una
disimilitud, que implica una perversión y una desviación esenciales.
Se trata de
asegurar el triunfo de las copias sobre los simulacros, mantenerlos encadenados
al fondo, impedir que suban a la superficie y se insinúen por todas partes, si
la imagen es divina con el pecado podemos convertirnos en puros simulacros, se
nos priva así de la existencia moral para entrar en la existencia estética.
El
simulacro, se construye constantemente sobre una disparidad, sobre una
diferencia; interioriza una disimilitud. Baudrillard reconoce tres órdenes de
simulacros, la falsificación, dominante de la época clásica del Renacimiento a
la revolución industrial, la producción, que es el esquema dominante de la era
industrial y la simulación que es el esquema dominante de la fase actual regida
por el código.
La
falsificación nace en el proceso de secularización de la cultura y con la
pérdida de jerarquía de la clase dominante hasta ese momento. Los signos
pierden el carácter restringido, ahora se es libre de utilizarlos a nuestro
antojo, pues la democratización conseguida por la lucha revolucionaria da lugar
a un mundo de falsificaciones donde cada uno le echa mano al baúl de la
historia. Sufren de la enfermedad del estilo, pues la burguesía vuelve sus ojos
al antiguo modelo estético de la aristocracia.
En el
simulacro de segundo orden, el de producción, ya no se trata de la
falsificación sino de la reproducción serial y maquínica dando lugar al
simulacro industrial. Una nueva generación de signos y de objetos dice
Baudrillard, surge con la revolución industrial, signos sin tradición de casta,
que no habían conocido jamás las restricciones de estatuto y que por lo tanto
no tendrán que ser falsificados, puesto, que serán producidos de una vez a
escala gigantesca, la técnica es su origen. Solo la extinción de la referencia
original perimite la ley genrealizada de las equivalencias, es decir, la
posibilidad misma de la producción.
En la
simulación o el simulacro de tercer orden ya estamos más cerca de nosotros
mismos y de lo que se ha dado en llamar postmodernidad. Aquí el imaginario
maquínico abandona la escena y le cede su lugar a otras metáforas distintas a
la máquina, ejemplo el código genético.
La colisión
de dos mundos
El primer
mundo correspondería a la seriedad, a la idolatría de la imagen, un mundo lleno
de sentidos, restringido a unos pocos a diferencia de las verdades del segundo
mundo, que está inscrito en la superficie de las imágenes y seres, en este
segundo mundo todo es inmanente y tanto el pasado como el futuro se juntan en
un eterno presente el aquí y ahora de la imagen. Se crean metáforas de los
procesos de enajenación y de alineación a los cuales se ve sometido el sujeto
en los procesos capitalistas de la modernidad, es decir por el esquema
generalizado de la vida individual y social regida por la lógica de la
mercancía. El contexto de este conflicto no es aún el de la sociedad de consumo
sino que es la etapa heroica de la era industrial, la producción.
Y es que en
la sociedad de consumo se pone fin a todo proyecto trascendente, la era de la
simulación se abre, pues, con la liquidación de todos los referentes.
Larga vida
a los simulacros
En el segundo
mundo ya la preocupación no se centra en los entes maquínicos sino en los
simulacros del cuerpo producidos a partir de las tecnologías reproductivas y
del ADN. Disimular dice Baudrillard es fingir no tener lo que se tiene, simular
es fingir tener lo que no se tiene, lo uno remite a una presencia lo otro a una
ausencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario