Los vecinos denuncian que los controles policiales sobre la venta de drogas y alcohol son escasos. |
Redacción QuitoYesenia camina despacio en la Reina Victoria, al norte. A las 19:00 inició su turno de labores.Viste un jean celeste y una pequeña blusa negra. Yesenia tiene 27 años y aunque no habla mucho relata que desde que se dio cuenta de que era transexual (persona que tiene disconformidad entre su sexo biológico y su sexo psicológico), su forma de ganarse la vida ha sido la prostitución.“No tengo otra cosa que hacer, no nos dan trabajo. Y La Mariscal es el único sitio en el que puedo ganarme la vida”, dice mientras sus uñas pintadas de rojo peinan su larga cabellera negra.Aunque los moradores de la ‘zona’ creen que la prostitución, no solo transexual, es una de las causas de inseguridad, reconocen que no es la única que los afecta.Así lo explica Elizabeth H., propietaria de un local en las calles Reina Victoria y Roca.“La presencia de transexuales molesta a ciertos ciudadanos, pero la delincuencia no está directamente relacionada con ellos. Los delincuentes vienen los fines de semana en búsqueda de turistas para robar y de droga”.La percepción de esta moradora es corroborada por Rodrigo Tamayo, jefe de la Policía Judicial (PJ) de Pichincha. Según las estadísticas de la entidad, los delitos flagrantes cometidos por personas homosexuales en la ciudad no superan los cuatro por año.El uniformado aclara: “La prostitución no es lo que atrae a la violencia y no podemos determinar que un grupo social específico la genere. Hay otros factores como la pobreza, la desigualdad y la lentitud de los procesos judiciales”. Así lo demuestran los datos. De acuerdo con las cifras de la PJ, los delitos cometidos por transexuales en La Mariscal no superan los tres por año. En lo que va del 2008, se han registrado 72.De ellos, 15 han sido asaltos, dos robos a domicilios, siete a locales comerciales y seis a vehículos. Apenas uno está relacionado con las trabajadoras transexuales.Por ello, Yesenia defiende a su grupo: “El sitio es inseguro incluso para nosotras. He sido asaltada varias veces. Incluso los policías muchas veces nos piden dinero para no llevarnos a los calabozos”.A James, mesero de un bar del sector, no le consta lo dicho por Yesenia; sin embargo, cuenta que no ha tenido inconvenientes por la presencia de las trabajadoras transexuales. “Son pacíficas. Las infracciones son cometidas por ladrones y vendedores de droga”.
Marco C. coincide con el mesero. El vecino, que vive en la Juan León Mera y Pinto, asegura que el trabajo sexual callejero disminuyó en los últimos años. Para él, el problema es el expendio libre de alcohol. “Los dueños de las licorerías saben quiénes son los delincuentes y aun así les venden trago. La prostitución no es la única dificultad”, denunció.Al analizar la problemática, Gledys Macías, vocero de la Fundación Equidad, que funciona en el mismo sector y brinda asesoría a la comunidad Glbti (gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersex), defiende a las minorías.Macías sostiene que la exclusión que sufren las personas transexuales empuja a que opten por prostituirse. “Sabemos que la dificultad para conseguir empleo no justifica la prostitución, pero también sabemos que estas personas no tienen oportunidades”.
Desde su óptica, los transexuales son vistos como personas que solo pueden trabajar en las calles o en salones de belleza. “La sociedad debe dejar de ver a las minorías sexuales como personas promiscuas y facilistas”.
Marco C. coincide con el mesero. El vecino, que vive en la Juan León Mera y Pinto, asegura que el trabajo sexual callejero disminuyó en los últimos años. Para él, el problema es el expendio libre de alcohol. “Los dueños de las licorerías saben quiénes son los delincuentes y aun así les venden trago. La prostitución no es la única dificultad”, denunció.Al analizar la problemática, Gledys Macías, vocero de la Fundación Equidad, que funciona en el mismo sector y brinda asesoría a la comunidad Glbti (gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersex), defiende a las minorías.Macías sostiene que la exclusión que sufren las personas transexuales empuja a que opten por prostituirse. “Sabemos que la dificultad para conseguir empleo no justifica la prostitución, pero también sabemos que estas personas no tienen oportunidades”.
Desde su óptica, los transexuales son vistos como personas que solo pueden trabajar en las calles o en salones de belleza. “La sociedad debe dejar de ver a las minorías sexuales como personas promiscuas y facilistas”.
Aunque esta concepción aún no toma fuerza en la capital, la edil Margarita Carranco, a cargo de la Comisión de Inclusión Social y Género, explica que el trabajo para mermar la discriminación está en marcha. “Estamos desarrollando políticas de protección a las minorías. Una solución en La Mariscal sería la reubicación de quienes se dedican al trabajo sexual”.
Como muestra de este propósito, la semana anterior el Concejo Metropolitano aprobó la Ordenanza de Inclusión Sexual para los Glbti. A través de esta normativa se garantizan los derechos de las minorías sexuales en Quito e incluso incluye sanciones a quienes agredan de cualquier forma a gays, lesbianas, bisexuales…
Pero mientras la Ordenanza entra en rigor, Gustavo Fierro, administrador de la Zona Norte, indicó que el monitoreo de lo sitios de riesgo, como La Mariscal, continuará. “Los trabajadores transexuales son vigilados por la Policía. Estamos buscando soluciones a largo plazo para ellos también”.
Como Carranco, Fierro manifestó que los planes contemplan la reubicación de los centros de tolerancia y de quienes laboran allí. Además, se trabajará con transexuales en condición de calle.
Hasta que esto ocurra Yesenia seguirá laborando en las vías de la ‘zona’. Son las 21:00 de un miércoles. Sus tacones resuenan en la acera y sus maquillados ojos buscan un nuevo cliente.
“Hola, papi, ¿qué vamos a hacer hoy?” es la pregunta que Yesenia hace cada vez que algún hombre se acerca por las oscuras calles.
Genial el blog Gledys!!
ResponderEliminarAbrazos
muchas gracias Cosme un abrazo
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