Universidad central del ecuador |
Que pasen cinco años |
El teatro desde la plástica |
|
Gledys Riera Macias |
13/06/2011 |
Apreciación de la obra de teatro “Que pasen cinco años”, de Federico García Lorca, desde el punto de vista de las artes plásticas |
Desde tiempos muy remotos todas las artes han tenido una relación muy estrecha entre sí, varios campos artísticos pueden intervenir perfectamente en una obra sin que una se desvalore o sobrevalore sobre la otra, claro siempre y cuando este no sea el objetivo del trabajo artístico, en el caso de esta representación escénica podemos rescatar muchos detalles que enriquecen el campo de las artes plásticas.
En mi caso lo que más me llamó la atención, fue el juego de luces y su relación con los objetos y sujetos, estos elementos crean perfectamente un cuadro en movimiento, del cual surgieron momentos que podrías ser representados en el campo de la plástica, para muchas personas tal vez sean detalles insignificantes, pero dentro de nuestra formación artística, es precisamente esos detalles los que hemos aprendido a observar.
Como primer punto, hablaré sobre los objetos en escena, entre los cuales las sillas, sombrillas, abanicos, telas, jugaron un papel protagónico en escena, no solo fueron elementos de uso del actor, se convirtieron en partes esenciales de la composición escénica, son las formas que destruyen el vacio, como si se tratase de un bastidor, crean diagonales, horizontales, verticales, etc., que no solo guían al espectador a través del escenario, también nos evocan sensaciones, que traen a la memoria recuerdos de nuestro diario convivir, sin mencionar el papel que juegan en nuestra imaginación, característica que al parecer es fija en todas las artes.
En segundo lugar tenemos a los sujetos, los actores, los personajes, es indiscutible que la figura humana siempre llama nuestra atención por la empatía natural que se crea al identificarnos en los otros, en este caso la variedad de posiciones corporales por el juego de reposo y movimiento es realmente exquisito, además la variedad de expresiones faciales, me evocan una serie de cuadros posibles, en el que podría representar desde la alegría hasta la miseria absoluta.
En especial me encanto la representación de los arlequines, no solo por su parte cómica, si no por el contrario por su papel como espectadores de la vida, sin intervenir y sin ignorar, su vestido y maquillaje me recuerdan aquellos grandes escenarios en los que también se conjugaba la tragedia y la comedia, lo irónico de los momentos, y lo corto de la vida.
Finalmente y para mí, el punto que más capto mi atención, es el juego de luces, son estas las que crean el volumen en escena, dan vida a la obra y nos llevan a otros paisajes durante la puesta en escena, como si se tratase del color en la pintura o el blanco y negro en el dibujo, son una parte fundamental en todo el conjunto, los colores que observé son tan impresionantes que aún tengo su sensación en mi retina.
La superposición de colores luz emula a la superposición de los colores materia a través de las veladuras, direccionadas y de diferentes intensidades jugaron un rol narrativo que destacaban unas escenas de otras y cuentan de por si su propia historia, las sombras de los actores en el telón, producto de esta luminiscencia, fueron otra imagen cautivadora, que complementa la historia que sucede.
Las plásticas y el teatro puede que sean idiomas diferentes, mas no son excluyentes, ambos se alimentan del otro y siempre pueden sacar lo mejor entre ambas, un ojo verdaderamente atento a los detalles, encontrará en cada creación de la naturaleza o de la humanidad, lo sublime de lo existente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario