UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR |
La cuestión del género |
Resumen del capítulo V del texto Cuestiones de Arte Contemporáneo |
Gledys Riera Macias 27/01/2012 |
Masculino, clase media, blanco
Es la década del 70 el momento en el que se inicia la revisión de la historia del arte tradicional, en 1971 se inicia una fuerte polémica a partir de la pregunta que formula la teórica estadounidense Linda Nochlin acerca del porqué de la no existencia de grandes artistas mujeres.
Junto a las normas de la instrucción artística llegaron las restricciones. Mientras los artistas varones pudieron estudiar el desnudo masculino en academias y escuelas públicas, el desnudo femenino sólo se estudia en talleres y escuelas privadas, situación que rige hasta 1850. Las artista mujeres corrieron diferente suerte: ningún tipo de desnudo se les fue permitido estudiar hasta finales de 1800, hecho que las confinó al cultivo de géneros menores, para el discurso canónico, como el bodegón y los retratos.
Tanto los géneros del arte como la idea de genio se constituyeron en estructura natural al decir de Vogel: más aún se asume que existe una sola norma humana, ahistórica y sin sexo, sin clase o raza, si bien es de hecho claramente masculina, clase media y blanca.
Una relación difícil: el feminismo y el arte
En el campo de la disciplina se propició la necesidad de integrar en un contexto cultural a las artistas mujeres, para lo cual se estudia no sólo las experiencias sociales, en la esfera pública y la vida privada, sino sus limitaciones educacionales, elementos que explican las ausencias femeninas en ciertas épocas.
Teóricas como Griselda Pollock, postularon la importancia del pensamiento de Louis Althusser y su definición de lo ideológico como un conjunto no unitario de prácticas sociales y sistemas de representación que tienen consecuencias políticas. La afirmación de Althusser de que no hay ideología sin sujeto, hace de la subjetividad un elemento necesario en las teorías sociales del poder; y en lo que respecta al feminismo, uno de sus puntos de análisis a la hora de encontrar respuestas a las preguntas por la identidad. En ese sentido la mujer tendría una ideología prestada por el varón y no propia, ausente en una subjetividad construida por el patriarcado.
El psicoanálisis posestructuralista planteó al feminismo, el análisis de lo femenino constituido bajo el patriarcado, la aportación del psicoanálisis como una perspectiva a la hora de leer los relatos de la historia del arte y sus obras, marcó un camino teórico que daría resultados en la década del 90.
Las imágenes y los símbolos culturales son formas en los cuales las prácticas y discursos sociales construyen las nociones de mujer, sexualidad femenina y femineidad y también de grupos étnicos, de clase, de orientación sexual, etc.
Sujetos invisibles, objetos deseados
En la historia del arte la mujer es Venus, Artemisa, María o Magdalena, objeto de deseo, exaltación, amor o rechazo, pero siempre construcción. Eternamente representada, definida según las modas, modelada según las épocas, siempre objeto, nunca sujeto. El arte manifiesta cómo se construye una determinada idea de mujer a lo largo del tiempo, marcando ideales de belleza y comportamiento aunque, por otro lado, no podemos más que reconocer cómo la/s identidad/ades femenina/s se han formado a partir de dicha imaginería.
Dentro de la problemática de la intimidad, el cuerpo es objeto de análisis constante. Es el escenario en el que se inscribe el género y en el cual se manifiestan las diferencias constituyéndose, entonces, como territorio político e ideológico. También es el lugar en donde se refleja la vejez y la enfermedad.
El cuerpo en el campo de acción en donde se asientan las diferentes identidades y es por tanto, el lugar en donde se potencian los estados liminales en los que el límite, la frontera, el no lugar pueden ser constantes que conforman el mundo de las otredades.
Arte, feminismo y nuevas tecnologías; cyborgs y ciberfeministas
El texto fundacional del ciberfeminismo aparece en 1983; nos referimos al Manifiesto para Cyborgs de Donna J. Haraway, donde la autora plantea la impregnación del discurso científico-técnico en la vida cotidiana y propone a las mujeres su revisión y reescritura. Para Haraway el cyborg reúne en un mismo cuerpo aspectos orgánicos y aspectos mecánicos, aspectos culturales y naturales, en consecuencia, ficción científica y realidad social. Haraway declara en su manifiesto que somos todos cyborgs, posición que demanda una doble interpretación, en sentido literal y metafórico.
La nuevas tecnologías se fusionan con el cuerpo para brindar placer. El cupero tecnológico está dentro del cuerpo biológico, no afuera de éste. Es el cuerpo tecnológico que puede manejar y someter al biológico llegando a controlar la vejez y la muerte. Puesto que no podemos ignorar el mundo tecnológico que avanza sobre nuestras vidas. Haraway propone que las mujeres se apropien de éste con el fin de utilizarlo para sus propios beneficios.
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